69, 68 y 67

Siempre los números. Estas cosas les encantan a los cabalistas. Eso del martes y trece del viernes trece, del número de  la lotería que con el que soñó la otra noche. Mi generación, la de los sesenta, lleva años enganchada con las cifras que empiezan por seis. Ya empezamos con las coincidencias. Primero fue el mayo del 68. Éramos demasiado jóvenes para andar buscando arena de playa bajo los adoquines de los Campos Elíseos, pero nuestros hermanos mayores, padres y demás pelmazos nos dieron la turra con ese mítico mayo feliz, libertario, del prohibido prohibir y tal. El 68 nos ha perseguido como un complejo y, puede que por eso, ahora vemos mayos del 68 de garrafón en cualquier conato de revuelta social. Todo nos suena a un “déjà vu” revolucionario que, en realidad, solo vimos en la televisión.

Luego fuimos pasto del 69. Si la revolución social la vimos en el telediario, la revolución sexual la vimos en los cines y de refilón. Lo del 69 se convirtió para nuestra quinta y las anteriores en un mito, en el ideal olímpico que sólo conseguían ejecutar en gran pantalla los atletas eróticos del momento. Soñábamos con el 69 a todas horas, pero nuestros mitos eróticos hispánicos no pasaban de ser Ágatha Lis y Maria José Cantudo. Todas de los cuarenta.

Y ahora, cuando ya habíamos desmitificado el 68 y dado por perdido el 69, viene el Gobierno y nos atiza con el 67. Llegar a los 67 años para jubilarse. Ahí va, que te preste. Otra cifra maldita que empieza en seis, que atiza de lleno a los que nacimos en  los años sesenta y que llegaremos a los sesenta años sin explicarnos en qué se nos ha ido la vida, sin haber organizado a tiempo un buen mayo del 68 y haber practicado tan poco el 69. Echen cuentas.

El viejo «Tore»

El sábado murió mi perro. Era aquel perro que tantas ideas me dio para escribir columnas mientras paseábamos en silencio por alguna caleya. Ustedes le recordarán. El olía sus territorios y yo los míos mientras pensábamos en lo duro que es vivir ya que, como él me enseñó, la vida es perra. Era un perro viejo y sabio, prudente en ladridos, miradas y meadas. Jamás nos dio un disgusto, nunca se propasó con niños, ancianos, gatos u otros mamíferos. “Tore”, así se llamaba,  era un perro de segunda mano que habíamos encontrado en la perrera municipal y que nos convenció de sus bondades y personalidad por el simple y mero hecho de no perder el culo tratando de ser adoptado. Nos miró con indiferencia cariñosa y eso fue lo que nos enganchó.

“Tore” era un perro socrático y meditativo, un animal manso y cariñoso, vapuleado por la vida, que pasó sus últimos años jugando con mis hijos y aguantando los acosos incesantes de nuestra gata con una paciencia franciscana. Murió el sábado sin hacer ruido, sin apenas dar muestras de un mal que los animales de dos patas ya intuíamos, pero que a él le resultó indiferente hasta el punto final. Me habían hablado de la dignidad de los animales al morir. Creí que todos esos lirismos eran producto  de imaginaciones calenturientas que ven cosas donde no existen. No es así. Los animales tienen al morir una discreción propia de Séneca, no atormentan a nadie con sus quejidos, no saben de enfermedades y aguantan el ritmo de sus amos hasta que la vida dice “basta”.

Uno sobrevive a su perro y poco más. Ojalá alguien me recuerde dentro de unas décadas con la misma ternura que yo recuerdo hoy al viejo “Tore”.

El tren-burra

El tren burra es uno de los depredadores más temibles de la fauna del transporte ferroviario asturiano. Pese a los constantes conatos en los que este semoviente aparecía como un bicho en vías de extinción, las últimas noticias al respecto vuelven a presentarlo vivo y circulando por la red astur. Izquierda Unida se lo ha encontrado de nuevo. Ahora que nos habíamos hecho a la idea de ver en nuestras estaciones esos pedazo de trenes futuristas, con pico de pato y diseño que galopa y corta el viento como un pura sangre, no como un pollino, resulta que vienen  con la rebaja y nos apiolan las ilusiones soltando por Asturias un nuevo rebaño de trenes burra que ya ha pasado por unas cuantas manos de chapa y pintura.

En cuestiones de trenes es necesario leer muy bien entre vías, ya que por una parte se nos ofrece un futuro esplendoroso en el que tardaremos tres horas en llegar a Madrid pero, ay amiguín, de momento habrá que conformarse con viajar e sucios trenes que ya iban hacia el Norte en los tiempos de Joaquín Sabina y que siguen yendo en la misma dirección en tiempos de sus nietos. En verdad, en verdad os digo que poco han cambiado las cosas en nuestra histórica red ferroviaria. La reaparición del tren burra recortándose en el horizonte, hace que nuestras estaciones de ferrocarril recuerden a las estaciones de un vía crucis ferroviario que es de pasión y muerte. Pasión en las promesas electorales y muerte en la realidad contante y sonante.

El tren burra no está en vías de extinción. El tren burra está en las vías de Asturias, una comunidad que sólo pide lo que le toca y a la que no le dan más que lo que sobra. No veo yo a don Arturo Mas pidiendo trenes nuevos en Madrid. No creo que en las líneas férreas que van a Sevilla o a Valencia se atrevieran a poner trenes de segunda mano. Si los trenes burra son tan buenos como dicen, que se los queden en Madrid o que dejen de rebuznar promesas imposibles..

Cascos, el mesías

Es una pena que José Luis Moreno deje de organizar espectáculos en Asturias, aunque queda el consuelo de pensar que mientras Francisco Álvarez-Cascos siga pisando las tablas tenemos diversión garantizada. El mesianismo es por sí mismo un espectáculo (algunos entrenadores de fútbol viven de él hace años) con muchos adeptos. Cascos ha sabido aprovechar la empanada de quienes confunden líderes con mesías y, a lo bobo, lleva haciendo bolos por Asturias desde hace semanas con prensa y publicidad gratuitas, y eso que el ex ministro las ha tenido tiesas con muchos periodistas de esta región a causa de su vocación manifiesta de ser jefe de todas las redacciones. José Luis Moreno, que sabe mucho de ventriloquía, un arte muy apreciado en política, no hubiera sido capaz de programar una gira con tanto eco mediático como la del candidato de FAC. Los de la prensa y yo somos así, señora, con memoria de pez. Francisco Álvarez-Cascos ha aprovechado la extrema debilidad del panorama ideológico-político astur para proclamarse redentor de un presunto “país asturiano” del que, por cierto, aún se sale por carretera teniendo que pagar los peajes que él prorrogó como ministro de Fomento. Esta mezcla de jovellanismo 2.0, regeneracionismo de todo a cien y marketing de camisa de cuadros está dando mucho juego al, por cierto, único candidato que ha conseguido tener un partido que lleva las siglas de su nombre con la misma naturalidad que quien las lleva bordadas en la camisa. Cascos es otro candidato de segunda mano, como los demás, rodeado de algunos restos del naufragio de un PP que él mismo contribuyó a machacar hace una década. Lo que pasa es que se ha dado una mano de chapa y pintura para competir en este mercado de ocasión que serán las elecciones de mayo. A ver si antes de esa fecha hay alguien que nos salva del mesianismo a base de eso tan antiguo llamado talento político o compromiso.

Paco Matacarteles

María Dolores de Cospedal y tal y cual se paseó por mi calle. En carne mortal. La mujer que cobra más de 200.000 euros al año ha venido a Gijón a restañar las heridas que han dejado el señor Cascos y su caballo de Atila preelectoral. Falta hará que alguien le tape las pupas las PP. El PSOE ya le ha puesto la venda antes de padecer la herida trayendo de paseo por Asturias al señor Rubalcaba, el ministro poligestual, polifacético y polinómico. Nadie como don Alfredo para saber lo que se desangra un partido cuando padece anemia de votantes. Y es que la campaña que se avecina en Asturias va a dejar el suelo de los colegios electorales como quedan los quirófanos de campaña en medio de las peores batallas militares: llenos de sangre y arena. Van a ser unas elecciones similares a una corrida de toros: sangre y arena. Los diestros menores, los que lidian a los sobreros, ya se están ajustando la montera y la taleguilla de manera ortodoxa, según mandan los cánones, pero con poca emoción. Los cabezas de cartel vienen por aquí a hacer un paseíllo rutinario de semana en semana, para animar el cotarro y poco más. Paseíllos que no pasan de eso. Los aficionados se reparten con desgana entre los tendidos de sol y sombra, poco atentos aún a las faenas, más preocupados por el precio de la gasolina y no acabar en la cola del paro. Pero nada. Ni Rubalcaba, ni Cospedal emocionan al respetable. Por ahora, el único que anima la lidia es un diestro veterano llamado Cascos, Francisco Matacarteles, que se ha lanzado al ruedo de manera inesperada y tremendista, sorprendiendo a quienes pensaban que se había cortado la coleta y devolviendo al viejo arte de D’Hont su emoción de otros tiempos. La lidia de mayo se presenta emocionante. A ver quién se lleva las dos orejas. Y el rabo.

UNA DE PULPO

Han dicho el Papa y el arzobispo de Oviedo (por ese orden) que el hogar es un sitio muy adecuado para el desarrollo personal la mujer. Esta noticia, nada sorprendente por lo demás, guarda un extraño paralelismo con otra del mismo periódico en la que se explica que andan unos biólogos buscando la manera de recrear en cautividad todo el ciclo vital del pulpo. O sea, hacer pulpofactorías para fabricar cefalópodos desde el huevo originario hasta el fin de su vida en un plato con cachelos y amortajado con pimentón.

O sea, se trata de conseguir que el pulpo sea tan doméstico como la mujer, que se desarrolle en el acuario y sólo en el acuario, como ellas lo hacen en el hogar y sólo en el hogar según recomiendan la Santa sede y sus sucursales autorizadas. Recordemos que, al fin y al cabo, el pulpo Paul llegó a ser toda una estrella de mar y de tierra sin salir de la pecera, y todo por tener la insólita habilidad de acertar a las quinielas. ¿Por qué nuestras madres, hermanas, novias y mujeres no han de conseguir la misma notoriedad social desde el interior del hogar? Además, es más fácil quebrar una pata de la mujer que las ocho patas de un pulpo.

Pulpos en cautividad por razones científicas, mujeres en cautividad por razones teológicas; los biólogos experimentan con unos y cierta parte de la Iglesia lo quiere hacer con las otras. No en vano la Iglesia lleva muchos años sintiéndose ante la mujer igual que un pulpo en un garaje: no sabe qué hacer con ellas. La conclusión es obvia: que se queden en casa que allí hay de todo. Y que nos preparen una de pulpo.

VIVA LA AMNESIA

“En el mundo actual, se está invirtiendo cinco veces más en medicamentos para la virilidad masculina y silicona para mujeres, que en la cura del Alzheimer. De aquí a algunos años, tendremos viejas de tetas grandes y viejos con pene duro, pero ninguno de ellos se acordará para que sirven». Para quienes saben de mi natural vulgaridad y la censuran de manera habitual, me apresuro a aclarar que esta frase entrecomillada no es de un servidor, sino de Drauzio Varella, oncólogo y divulgador brasileño a quien se ha llegado a atribuir el Nobel de Medicina, un premio que, al parecer, nunca ha ganado. No obstante, puede que lo mereciera alguien de mente tan clara y con capacidad para explicar de manera tan gráfica lo que está pasando en esta civilización de teta y culo, en la que el disco duro de la memoria guardia más espacio para Belén Esteban que para Drauzio Varella, y en la que, por desgracia, es más complicado que se nos pongan duras las neuronas que las testosteronas.

Pero lo que pasa es que tal vez prefiramos ser una humanidad de gente con muchas tetas y poca memoria. El futuro que se avecina recomienda tomar medidas en esta dirección, ya que tener memoria va a ser, es ya, una tortura terrible. Tener tetas, en cambio, puede aumentar el poder salvador del airbag. Algo es algo. Hay mañanas en las que a mí mismo me gustaría no acordarme de lo que pasó ayer, ni tampoco de lo que pasará mañana. Todo está fláccido en un servidor, excepto la memoria, ágil, despierta y repetidora como un martillo. El futuro viene siendo desde hace años una repetición empeorada del pasado, con lo que todo suena a “dejá vu”, a recuerdo repetido. La memoria en plena forma nos tortura mientras el cuerpo se desmorona. Unas tetas nuevas o un pene de repuesto son mucho mejores que una memoria excelente. Viva a la amnesia.

POLÍTICA JAPONESA

El Ministro de Justicia de Japón, Minori Yanagida, ha dimitido para aplacar el chorreo que le cayó encima tras decir que su trabajo era muy fácil. Al señor Yanagida le han puesto la maleta en la puerta por decir (en japonés) que para ministro vale cualquiera, incluso él mismo. Cómo son los nipones de cumplidos, de respetuosos con las instituciones y, de paso, de disimuladores. Se han enterado ahora de lo que vale un ministro. Aquí en España ya se sabe hace muchos años que para ministro, consejero, concejal y similares vale cualquiera. Lo sabemos todos los votantes y nos hemos ratificado en ello observando el chabacano espectáculo de la campaña electoral catalana. Lo saben también quienes ostentan los cargos, pero se guardan muy mucho de decirlo, no porque les vayan a poner de patitas en la calle como a Minori Yanagida, sino porque siempre puede venir otro igual o peor a hacerse con su despacho.  Es lo malo de poner el nivel tan bajo.

“Esto está chupado”, exclamó Yanagida antes de hacerse el harakiri político y pasar al paro forzoso. Y como ser parado en España es casi tan fácil como ser ministro en Japón, los ministros de nuestro país se pasan el día poniendo cara de esfuerzo, poniéndose medallas, buscando cuotas, familias políticas, y dando lecciones de de sacrificio con el fin, precisamente de no acabar en el paro. “Otru vendrá que buenu me hará”, exclaman todos tan dignos como indignados si llega el día horrible de la caída. No sé en Japón, pero aquí la amenaza suele cumplirse.

Y ASÍ SON LAS COSAS

Se fue Gabilondo, Iñaki. Se fue para alegría de sus detractores, cabreo de sus seguidores pero, en general, para desgracia del periodismo. Puede uno amar o detestar a tipos como Gabilondo, José María García, Luis del Olmo, Luis Mariñas, Joaquín Prat, Matías Prats o Antonio Herrero, pero nadie puede discutir la enorme capacidad de comunicación de todos ellos, cada cual desde su estilo, y todos elevando el nivel de nuestra profesión. A unos los retiró la vida antes de tiempo y otros se van retirando por edad o por hastío.

Los medios de comunicación españoles nos prometieron un paraíso audiovisual en aquellos tiempos de La Uno y La Dos, pero los años han dado la razón a quienes no se creían nada. Que profesionales en la mejor forma como Gabilondo, Antonio San José o José María Calleja se vayan o estén en el alero, es una muestra fehaciente de la caída en picado de la calidad informativa y opinativa de los grandes medios. En Los Estados Unidos a quien tanto nos gusta mirar, señores como Walter Cronkite (el que contó en directo la muerte de JFK, la llegada a la luna o la guerra del Vietnam) llegó a los 70 años en plena actividad informativa y con audiencias millonarias. Aquí, nuestras televisiones parecen más dispuestas a crear presentadoras que quieren ser princesas y dar cancha a la berrea que encabezan Belén Esteban y compañía, que a sostener a profesionales sólidos y con criterio, que dan credibilidad, que saben hacer preguntas y que confieren a la actualidad el sello de autenticidad que pierde a diario. En fin, como decía Walter Cronkite al final de cada informativo: “Y así son las cosas”. Y para seguir.

LA VIUDA MILLONARIA

Una amiga me paró el 22 de diciembre en la calle para decirme que le había tocado la lotería de Navidad. Me apresuré a felicitarla, pero ella rechazó el abrazo diciendo, para mi perplejidad, que estaba viviendo el día más triste de su vida. Al parecer, había comprado el décimo premiado en la cafetería del tanatorio en el que se velaba el cadáver de su marido. Lo había comprado porque el camarero le recordaba al muerto y ella interpretó ese parecido como  un guiño que su ex pareja le hacía desde el más allá. Lo único cierto es que si su marido siguiera vivo ella no sería viuda, pero tampoco sería millonaria. Si a uno le dan a elegir entre ser rico o ser viudo tendría que optar por la respuesta políticamente correcta. Es lo mismo que preguntar a los niños si quieren más a papá o a mamá, o si prefieres la bolsa o la vida cuando te apuntan con una pistola a la cabeza. Son preguntas que uno nunca se hace en serio, que nunca espera, salvo cuando se encuentra por la calle a una viuda millonaria que compró la lotería el día del entierro de su legítimo.

Que ser viudo te haga rico es una de las perversidades del destino, un caramelo envenenado que no se puede escupir. Hay gente que nunca llega ser ninguna de las dos cosas y que siempre ha deseado ser las dos cosas a la vez. La suerte, en general, la buena y la mala, no tiene consideración, es arbitraria, es como el Gobierno, que como no puede legislar sobre la realidad, legisla sobre el humo de los cigarrillos, tan vaporoso y tóxico como la suerte. Lo mismo en el próximo entierro de un amigo (fumador o no) compro un décimo de lotería y dentro de un año hay aquí un fumador menos y un millonario más.